Tuesday, February 9, 2010
¡No se puede consagrar la impunidad!
Ya han pasado bastantes días que, se han convertido como en un siglo, debido a los últimos acontecimientos que van, desde la furia de la naturaleza que golpeó con furia al pueblo de Haití, hasta la reafirmación de la vieja cultura política de que las grandes corporaciones no deben tener limitación alguna en sus donaciones de campaña a los políticos, porque ésta es la esencia de la democracia, que es: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. De lo que hay que estar claros es que dicha reafirmación, que viene nada más y nada menos que del más alto tribunal de justicia de los EEUU, sale en defensa de ese pueblo. Pero, obviamente, parecen referirse al gobierno del “pueblo” que conocen, por el “pueblo” que conocen y dirigida para el “pueblo” que conocen. AL “pueblo” que ésta sentencia desconoce es al pueblo de las factorías, al pueblo sin seguro médico, al pueblo que cada día tiene mayores dificultades para que sus hijos asistan a una universidad debido a los grandes costos de la educación; ya que dejan a este pueblo en manos de la histórica "generosidad" de estos grandes intereses.
Después de esta digresión personal volvamos, por unos breves momentos, a retomar a los personajes de nuestra historia, que deben de estar ansiosos de comentar sobre ciertos tópicos, y de situarse en las intimidades públicas de su país de origen.
–Pobre Nicaragua –expresa Margarito–, parece que un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
– ¿Porqué tanto pesimismo y hasta cierto dolor en tus palabras? le dice Javier Isidoro.
–No puedo creer, responde Margarito, que no te hayas dado cuenta de que nuestra Patria se encuentra sometida a un gran debate nacional por un proyecto de amnistía y por la demanda de la separación del presidente del Consejo Supremo Electoral, a quien yo le llamo el "hijo bendito de la trinidad".
Por supuesto que estoy enterado, Margarito, y he estado esperando algún tipo de pronunciamiento de los opositores al gobierno que se encuentran en posiciones de poder en los diferentes poderes del estado. Pero lo que he escuchado es un silencio sepulcral. Nuestros demócratas asisten con puntualidad religiosa a cobrar el cheque que les paga el pueblo de Nicaragua, ya que se encuentran siempre en minoría e imposibilitados para promulgar ninguna ley que redunde en beneficio del pueblo: su posición ya está claramente definida: "Hacer bulto y capear el bulto".
–Yo creo, Javier Isidoro, que estos individuos, como decían en mi pueblo, se han convertido en hombres de paja.
–No te entiendo, Margarito, si fueras un poco más claro quizás podría entenderte
–Lo que te estoy tratando de decir, Javier Isidoro, es que esta legión de opositores son como los terrones de arcilla: pueden servir tanto a Dios como al diablo.
–Triste, muy triste. Y ahora creo que comprendo tu grado de frustración y el dolor que encerraban tus palabras, Margarito, ya que estamos contemplando un escenario en el que se utilizan máscaras de opositores cuando se ha descendido, sin ningún pudor, al nivel de lo conveniente: mercancía a la venta.
–Pero volviendo al tema de la famosa amnistía y tal como te lo había manifestado en un principio, Javier Isidoro, yo creo que éste sería el mal menor. Y sería, como afirman nuestros hombres bultos, la llave para romper las cadenas y salir del cautiverio. Es como un nuevo empezar; son nuevas oportunidades para poner en práctica los anhelos democráticos de un pueblo que sigue esperando que se abran los cielos de la justicia social.
–Bajo estas consideraciones creo que estamos a las puertas de una solución histórica. Antes de contestarte sobre este tema quisiera que me digas porqué llamaste al magistrado, Presidente del Consejo Electoral, “hijo bendito de la trinidad”’
–Fíjate, Javier Isidoro, que este hombre –que sin lugar a dudas es de anchas, anchísimas bendiciones–, refleja y representa todas las luces y sombras de los tres gobiernos democráticos. Por eso despierta tantas y tantas pasiones: porque en él pueden ver los “opositores de bulto” lo que pudieron haber sido y no fueron. Se dice o se rumora que el actual gobierno, enamorado de estas figuras por ser de tan pronta capacidad de adaptación, está pensando seriamente en una clonación para que se encuentren representados en todos los poderes del estado. Por eso le llamo “el hijo bendito de la trinidad democrática”.
–Ya entiendo, Margarito, pero ahora te voy a desilusionar un poco referente a la amnistía. Pero trataré de explicártelo de la siguiente manera: imagínate que se ponen tres cajas bien cerradas y dentro de cada una de ellas un pensamiento de lo que significan. Una es de oro. La segunda es de plata. La tercera es de barro. En esta elección se está decidiendo el destino de nuestra nación. Los que escogen la caja de oro encontrarán el siguiente pensamiento: “Quien me haya escogido tendrá lo que se obtiene sin esfuerzo ninguno, lo que puede ser producto del engaño, del robo, del asalto, del enriquecimiento ilícito”. Los que escojan la de plata encontrarán escrito: “El que me escoja tendrá la sociedad, el país, las leyes que se merece, que todo siga su rumbo como está y si hasta hoy ha funcionado, no importa. Ni reclamos, ni nuevas leyes, ni nada que perturbe el sueño de los señores dueños de vida y hacienda aunque se enseñoreen sobre la dueña y señora de la Patria: el hambre de millones”. Aquí viene la tercera y última – la de barro–, la menos llamativa, la que no despierta fuertes pasiones; la que es vista hasta con desprecio por quienes han aprendido a doblegarse y no tienen hueso en la espalda. En ésta se encuentra un pensamiento que rompe los convencionalismos y que enaltece la dignidad humana y dice: “Quien me escogió tendrá que dar y arriesgar por la Patria todo, absolutamente todo cuanto posee”. ¿Cuál tú crees, Margarito, que representa la tan anunciada Ley de Amnistía?
–En verdad me has convencido, Javier Isidoro. Es que lo que esta ley ofrece es el camino más fácil y no pueden augurar nada bueno para la patria quienes la han utilizado como botín, y quienes se han puesto voluntariamente las cadenas de oro que hoy los aprisionan y ahogan en su propia ambición; quienes han creado este basilisco: “No se puede consagrar la impunidad por un criterio de cálculo político”.
–Para terminar por el día de hoy, ya que se nos está haciendo tarde: yo considero que lo que hay que ofrecerle al pueblo, mi amigo Margarito, es la caja de barro –lo cual no es difícil aunque parezca– puesto que sus ilusiones, aspiraciones, intereses y metas están muy distantes de la nueva clase, nacida del enriquecimiento ilícito, y que no tiene nada de patriótica. Más bien es una clase "clonada". Pero nunca debemos perder de vista que estas perlas saben agitar las aguas antes de que llegue la tormenta.
Bueno, Javier Isidoro, hasta pronto y “¡good lucre!”
– ¿Qué dijiste?
Lo que siempre oigo decir al patrón cuando empezamos y cuando terminamos la jornada todos los días.
–De eso hablamos pronto… pero mañana dile: “¡good luck!”
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