Sunday, October 10, 2010
¡Los sueños de un cuervo!
Yo creo Javier Isidoro, que ante tantos acontecimientos que se están produciendo en forma tan acelerada, de vividores políticos que más que todo parecen formar parte de indiscutibles escalas zoológicas, es mejor que hoy nos enfoquemos, directamente, en el reino animal y sus misterios, dice Margarito. Aquí va éste entonces y que cada uno saque sus propias conclusiones:
¡Qué majestuoso soy! ¡Qué precioso mi plumaje blanco! ¡Qué gracia y elegancia me adornan! ¡Oh plumaje real! He sido inspirador de poetas; me han llamado de estirpe sagrada; han comparado mi blancura como hermana del lirio. Me han señalado como pájaro regio, hecho de perfume, de seda y de sueño ¡Un sacro pájaro! Un cisne, un verdadero cisne: ¡ESE SOY YO!...De repente empieza a entonar un himno de un país prometedor con un nuevo sol, donde corren caudalosos ríos de leche y miel, custodiado para su uso y disfrute por… ¡Los soldados del honor!, ¡del honor!... y a medida que iba diciendo “¡del honor, del honor, del honor!”, se origina un hondo lamento. Se muere el cisne y, sobresaltado, se despierta el cuervo por la pesadilla y por el dulce sueño: la pesadilla, tal vez de la muerte o por haberse visto rodeado de los soldados del honor; y el dulce sueño de haber sido por unas horas, un pájaro de la realeza. Y lanza un graznido de protesta, de dolor y de rabia: ¡praak, praak praak!
Atrás quedaba la figura de un sueño: su más preciosa fantasía; solamente la sombra de un sueño. Pero piensa, no seré un cisne pero, poco a poco, haré que las criaturas inferiores se inclinen o se arrastren ante mis deseos y disputaré con estos cagados cisnes, ya que para lo que sirven es para vivir del lujo y del “figureo”, como plumíferos: arrogándose el derecho de decidir quiénes son héroes y quienes villanos. Se creen los ungidos para descalificar a quien ellos consideren que no responde a sus intereses, que no son tan limpios como el plumaje del que se ufanan tener; ya que muchos con ese plumaje han pasado por mis manos. Y si ellos suponen conservar alguna belleza, es por fuera, ya que su cerebro “abilletado” los hace bailar al son que les toco –aunque traten de maquillarlo de otra manera quienes los defienden– ya que todos ellos creen pertenecer a plumajes especiales y afirman: "hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan”....Yo también tengo derecho a ser juez de la dignidad y moralidad; de una dignidad con tintes modernos, donde no se permita cuando esté en mis manos evitarlo, que muchos buitres pasen pobreza y acogerlos bajo mi protección. Sobre todo cuando la calle está dura, – ¡éste no es el mundo de los cisnes!, ellos entonan cantos de ángeles– ¡De esta forma la moralidad quedará satisfecha!
En medio del lodo se oye una voz que grita: ¿y cómo podemos confiar en vos, qué garantías nos das? Contesta el cuervo: ¡Oh sapo, sapo! –Cantor del lodo– Como alguien alguna vez te llamó "ruiseñor del lodo", yo tengo a mi favor la prueba más contundente e irrefutable, solamente distorsionada por la maldad e ingratitud de los hombres. Te invito a que revises las sagradas escrituras –tan manoseadas por la santurronería e hipocresía de los cisnes religiosos– y encontrarás que ustedes, como seres despreciables que parecen graduados en el arte de arrastrarse por decisión de la propia Naturaleza, fueron parte de las plagas de Egipto por ser de condición despreciable y dañina; por la velocidad de sus lenguas.
A medida que hablaba el cuervo, de los ojos saltones del sapo salían puñaladas de odio y de desprecio, de impotencia ante hechos tan irrefutables; y agravados por la dureza de la calle y del hambre, brincaba, brincaba y gritaba: pero, decime, ¿qué tengo que hacer para vivir con dignidad en tus dominios? Ahora sí empezamos a entendernos (le dijo el cuervo). Pero antes de enviarte a recibir entrenamiento con los honorables buitres te voy a explicar las razones por las que me considero digno de respeto; ya que no son razones de "salones", de elegancia superflua, de poses y “figureos” como los cisnes. Nosotros hemos jugado un papel importante y decisivo como mensajeros divinos desde el tiempo de Noé, ya que envió a uno de los nuestros para recorrer el mundo nuevo que Dios tenía preparado para la nueva creación. Por días y días el cuervo recorría, en labor de sacrificio y de obediencia, yendo y volviendo, hasta que las aguas se secaron sobre la tierra.
Entonces el cuervo queda viendo con altanería al digno arrastrado y le dice: “Nuestro servicio fue eficiente y ejemplar; servicio reconocido por el cielo, pero enlodado por lenguas viperinas como la tuya y por cerebros arrugados. ¿Qué me puedes decir de esto?” El sapo, temeroso, le dice balbuceando: “pero, pero, pero se dice que ustedes los cuervos que son de mal augurio, son parlanchines, presumen de plumaje real y más bien parecen un coche fúnebre pintado de negro. Se alimentan de cadáveres putrefactos, que comienzan con los ojos y la misma Biblia dice que son animales inmundos y...” “Un momento –responde el cuervo– ¡te callas o te callas!...Pero te voy a contestar punto por punto, ya que estamos en plena democracia. En primer lugar, los animales que me como ya se han rendido; y les hago el favor para que no sigan sufriendo. Los ojos ya no tienen ningún valor puesto que la ambición los llenó hace tiempo de glaucoma. Pero el punto más importante es que mencionas que la Biblia dice que somos inmundos: pues si eso lo vas a tomar al pie de la letra para borrar mis servicios al cielo, te invito, antes de que la glaucoma no te deje ver que leas Levítico 21:19,20, que habla de todos los que no podrán ofrecer el pan de su Dios. Y entre los defectos están el ser sobrado, o cojo, o jorobado, o enano, o que tenga sarna, o que tenga algún huevo magullado. Y yo me imagino que los que se han quedado sin ningún huevo serían dispuestos para lapidación, o para que nosotros dispongamos de esos despojos. Ahora escucha bien sapo: yo te prometo que te tendré piedad siempre que no te canses de adularme, (aunque la adulación puede ser al revés), hacer todos los arreglos conmigo y hablar un lenguaje de dignidad y de fervor democrático. Y recuerden que ustedes no están a la altura de los cisnes –y ellos tienen los medios que ustedes no tienen para presentar lo negro como blanco y pasarles la manito en todas sus cochinaditas, que son como pequeñas travesuras– y nunca se atrevan, ni tan siquiera en sueños, en ser la punta del campanario, porque haré uso de sus cabezas en menos de lo que canta un gallo”.
El sapo, que tenía una apariencia de gran dignidad con la cabeza baja en señal de sumisión, y perplejo ante todo lo que había escuchado, le dice al cuervo: “recuerda de garantizarle el pan a los nuestros ya que el salario es lo que nos permite estar en el juego. Que sin salario y sin plumaje real estamos bien jodidos”. “No te preocupés –le dice el cuervo– nosotros también somos ungidos y a las escrituras me remito: ‘Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde...’. Si pudimos alimentar al profeta Elías por mandato divino, eso enseña que hay más felicidad en dar que en recibir. Y esto lo hemos hecho por los siglos, Amén. Nada que temer, mi apreciado don sapo: yo le prometo que ustedes tendrán su pan y su carne, y de acuerdo a los servicios prestados, un poquito más. Por lo tanto, vendré a ser como un padre para todos. Recuerden que: el ojo que escarnece a su padre...los cuervos lo saquen”.
Una vez hubo terminado el cuervo de hablar, se escucha un gran ruido en el firmamento; y son zumbidos, pero zumbidos de alegría: eran los zancudos celebrando un nuevo pacto, en un nuevo amanecer. En un país con caudalosos ríos de leche y miel. Teniendo como centinelas a los soldados del honor, ¡del honor!
Por lo tanto, dice el cuervo: ‘¡Nunca más, sapo, nunca más me desafíes! ¡Nunca más!
Bueno, mis amigos sapos y zancudos, me tengo que retirar a descansar. Ojalá tenga agradables sueños y me vea cantado por poetas y celebrado por princesas. Al fin y al cabo yo soy muy pragmático y puedo entender: "Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son” y que “El hábito no hace al monje".Bueno espero que hayan disfrutado este cuentecito dijo Margarito.
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