Monday, November 23, 2009

Escrito en piedras

Este comentario iba a tratar sobre las “tecniquerías” y sobre el plagio, que es a mi juicio y entender, un homenaje, un merecido tributo a quienes nos abrieron el camino con su brillantez, sabiduría y universalidad, por los siglos de los siglos. Este deseo de abordar estos temas se vio interrumpido repentinamente por un sueño que lo atribuyo, sin duda ninguna, a la preocupación por el futuro de Nicaragua, esa querida patria que, aunque pequeña, grande la anhelamos; donde nuestros compatriotas puedan vivir en paz, con justicia y con dignidad. Debo entonces relatar este sueño de la manera más fiel que pueda, esperando la benevolencia por la falta de habilidad para hacer este relato. Resulta que una aparición, una sombra, un fantasma o un espíritu, se le apareció al Presidente de Nicaragua para que lo acompañara a hacer un recorrido, llevándolo con paciencia, a contemplar brevemente el pasado, el presente y el futuro. Yo creo que deberían de haber sido tres espíritus para mayor imparcialidad, pero parece que, dada la profunda crisis económica que nos afecta y que parece se hace sentir en otros mundos, le correspondió a uno llevar a cabo esta misión. Empezó así el recorrido por la caravana de la vida: el espíritu lo llevó por campos polvorientos, por ciudades, por caseríos y por el corazón de nuestras montañas. Se detuvo la sombra en determinado lugar y el presidente pudo verse juvenil y, con los ideales propios de la juventud, reclamando, con las armas en la mano, el fin de un sistema que oprimía al pueblo, de funcionarios interesados en su enriquecimiento personal; donde el sólo hecho de ser joven representaba un delito. Estos eran los comunicados que sacaban con sus partes de guerra y ésas eran, entre realidades y desesperación, las mil y una razones que tenía el pueblo para apoyar aquel cambio tan necesario y justo; y poner fin a violaciones de los derechos humanos. El presidente, orgulloso y con la frente en alto, le preguntó al espíritu: “¿No crees tú acaso que nosotros teníamos razón? El espíritu guardó silencio y lo llevó a lo que representaba el "triunfo del pueblo" y le preguntó: “¿qué hacen ustedes, los muchachos, viviendo en las mejores casas de los funcionarios del otro régimen, a quien tanto odiaban?” El presidente contestó, con una gran seguridad, que era precisamente por eso, por asunto de seguridad, que tenían que estar en el mejor resguardo, ya que los enemigos del pueblo no se resignaban a la derrota. “Pasa –dijo el espíritu– me imagino que sobre los mejores vehículos el argumento será el mismo ¿o no es así?” “Tú lo has dicho –contestó el presidente– no podíamos andar en carreta o en burro, eso les correspondía a quienes tendrían que sudar la camisa para que nosotros los representáramos con la mayor de las dignidades desde nuestra cumbre”. Respondió el espíritu: “ya entiendo mejor, y también veo que lo que ustedes le daban a cambio era un menú excelente para los tres tiempo: ordene en la mañana, ordene al mediodía y ordene en la noche”. “Eso es –contestó el presidente– pero no se te olvide, amigo espíritu, que ese “ordene” significaba la confianza absoluta de las masas en nuestra destreza como estadistas y revolucionarios”. “¿Dijiste estadistas?”, preguntó el espíritu. A lo que el presidente contestó: “sí, y ese fue otro problema: muchos de los nuestros no sólo no se conformaron con las posesiones –que ya de por si era un buen precio por su lucha a favor de los desvalidos– sino que aspiraban a ser líderes también: ¡y eso si que no!; el único, el elegido, el más revolucionario: ése era, soy y seré yo; casi te podría asegurar que por designio divino. ¿Por qué no preguntas en la dimensión de donde tu vienes, quién es el estadista, el líder, el hombre?” El espíritu le dijo: “Veo hasta el momento, pueblo presidente, que eres irredento; más aún, hay tiempo de hacer algo positivo. Déjame preguntarte: ¿no crees que lo que hicieron por el calor del fuego del triunfo se convirtió en un rendir tributo al becerro de oro?” “Otra vez en desacuerdo –replicó el presidente– nosotros éramos el oro, casi una divinidad”. “¿Quién era el becerro? –preguntó el espíritu, ya un poco cansado de las respuestas y preguntas agresivas. ”Vamos –dijo el espíritu– hacia el presente, ya que el tiempo apremia y tengo otros deberes que atender”. Y así, como en las nubes, se trasladaron a una reunión política de antiguos aliados del presidente. En ese momento como si fueran miríadas éste pega un grito: “¡aquí no me traigas!. Estos son el becerro que se creyeron de oro, aunque se quedaron con el botín de guerra y nunca han dicho que fue un error y lo devolverán al pueblo. Lo único que discuten es quién debe ser el jefe, la cabeza de este movimiento, que en su momento ha nadado en ríos de sangre y lágrimas. Ellos no pueden ser cabeza cuando aceptaron del mejor agrado en convertirse en bolsa y cuenta de bancos, empresas, haciendas que cayeron como maná del cielo”. “Pero ellos quieren un cambio positivo para el país –dijo el espíritu– quizás…si tuvieran una oportunidad… ¿que tú piensas?” A lo que respondió el presidente: “Me empiezas a decepcionar, ser del más allá, ¿es que no te das cuenta que ya siendo señores de posesiones, lo que les falta es posición para defender esas posesiones y no para un cambio constructivo del país? Asistamos a otra reunión para analizar sus puntos de vista”. Y así pronto estuvieron en una zona elegante, donde se brindaba con los más finos licores y donde se debatía, con argumentos científicos y académicos, el destino nacional. “¿Y de estos ilustres qué opinas presidente?”, le preguntó el espíritu. “Esta es la oligarquía política financiera–le explicó el presidente– lo único que les interesa es el futuro de sus negocios, no importa que los hagan en el infierno mismo. Me critican y piden cuenta del dinero que he recibido del hermano gobierno de Venezuela. Lo que lamentan, en profundo dolor, es que ellos no puedan administrarlo, ya que, si así fuera, les caería como una lluvia de rosas. No te preocupes, espíritu, yo los tengo a mi lado cuando quiera. Es un grupo conservador en lo que se refiere a la tradición social, ya que el partido de ese nombre murió hace tiempo de malaria”. El espíritu, bastante cansado de no escuchar nada positivo, le pregunta sobre los partidos tradicionales; y para estos también tiene su propia receta: a cada uno de estos los ha utilizado en su momento. Unos han caído victimas de ambiciones personales y otros de un ego enfermizo. Habló el espíritu: “En vista de que, a grandes rasgos, hemos recorrido la crema y nata de la clase política, vamos a visitar algunos puntos de interés de la capital. Nos encontramos frente al monumento de Rigoberto López Pérez. Dime, presidente, ¿qué tu piensas de este monumento? Excelente le dice el presidente– esto es mejor que una biblioteca, o un museo, o una escuela. Aquí los niños han de aprender que el asesinato hay que exaltarlo”. Le dice el espíritu:”Me preocupa, presidente, su opinión, que es un retroceso en la historia; propiciada hoy por un enjambre de aduladores que pretenden pertenecer a la orden de los discípulos de San Agustín. Hay que recordarles que también este santo dijo: ‘Si de los gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten sino en bandas de ladrones a gran escala?’ Siguiendo ya con el último recorrido del pueblo, el espíritu, que trataba de darle un mensaje, llevó al presidente hacia el futuro. Pasan a la Plaza de la Revolución donde, con marimbas, en un ambiente folklórico, se celebraba algo así como otra liberación. El presidente, sorprendido, le pregunta al espíritu cuál es el motivo de la celebración. Sin pensarlo dos veces y en indignación por lo visto y escuchado, éste le responde: “recuerda que ya alguien dijo que: ‘Representa un acto de traición contra el pueblo despojarle de sus sueños’. Y este pueblo, al que usurpaste su nombre; al que llenaste de promesas; al que nunca sacaste de la chureca; al que le hiciste creer que iba a ser arquitecto de su destino, está escribiendo en piedra tu epitafio: ‘El que aquí yace ha muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza. Habita esta tumba en contra de su voluntad. Enciérralo Señor y no lo sueltes nunca. Te lo envía un pueblo ya cansado. Y por todos los santos que no resurja nunca, ni cambiado”. Incrédulo, el presidente, ante lo que contemplaban sus aterrorizados ojos, que parecían como de un cadáver enterrado hace muchos días, expresó que él era el presidente de la reconciliación y de la paz; que él reunía alrededor de su persona el mejor testimonio para esta afirmación; él había abierto sus brazos a hombres de sotana que lo aconsejaban en asuntos de santidad y de mejor gobierno, incluso hombres que habían vivido por mucho tiempo recibiendo salario de la CIA, estaban hoy a su servicio: es decir, al servicio del pueblo; tenía a hombres de la biblia como aliados. Y qué si acaso no era esto suficiente para dar fe de sus mejores intenciones. El espíritu sonó con más fuerza, casi como si fuera la voz de muchas aguas y de miríadas de seres, y exclamó: “Te has rodeado de comerciantes de la política, de quienes pueden afirmar sin ningún pudor: mañana te quise, ayer te querré” Le preguntó el presidente: “¿Qué hago entonces? ¿Es éste mi destino fatal?” “No, mil veces te puedo decir que no–contestó el espíritu– si cumples con tus promesas, si cortas los privilegios, si te enfocas en el pueblo, si gobiernas para todos sin exclusiones, si respetas el derecho ajeno, si piensas que eres mortal. Tú puedes forjar tu propio destino”. En eso, como viendo alucinaciones, se veía escrito en las piedras del pavimento el mismo epitafio que humildes ciudadanos, ante la frustración, se empeñaban en escribir. “No temas–le dijo el espíritu– que si tan sólo cumples con tus promesas, de todas esas piedras que hoy hablan, gritan y claman justicia, lograrás que no quede piedra sobre piedra”. El espíritu se fue, y esperemos que por su luz podamos ver la luz. Por mi parte sin resentimientos, sin odios ni pleitos de familia –puesto que nunca he pertenecido al grupo del presidente– y, consciente que éstos son más feroces y profundos, le deseo, por el bien de Nicaragua, una rectificación de rumbos. Estamos viendo algunas señales positivas. Como la marcha que se dio sin problemas y el recorte del dinero que los congresistas usan a su antojo y no rinden cuenta a la Nación. Ojalá logremos la paz social y la reconciliación nacional.

2 comments:

  1. Gracias.Si pequeña es la patria uno grande la sueña.Que recaiga sobre Nicaragua y su pueblo la bendicion de Dios.

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