Sunday, May 22, 2011

¡ La tragedia nos aleja del pesimismo!

Me encontraba leyendo un formidable artículo de la periodista Sabina Covo titulado: "La salud de Rodríguez" donde se retrata en carne viva la realidad que viven muchos seres humanos en los EEUU. La salud se ha considerado un privilegio y forma parte de un gran negocio de un pequeño grupo que ha sabido manejarlo con astucia, cabildeo, regalías y contribuciones –para mantener su monopolio en detrimento de millones de millones de personas. Manifestar que la salud igual que la educación es un derecho es inaceptable para algunos influyentes personajes de la política nacional, al extremo que hasta califican a quienes piensan que la salud es un derecho, como autores de un delito de lesa patria. Sienten que es un atentado y una violación a sus derechos de uso y usufructo de la nación de la que se han beneficiado a su antojo, dentro de leyes que han sido inspiradas para responder a la estrechez y mezquindad de sus intereses. A medida que iba leyendo la tragedia de Rodríguez sentía la tragedia de millones de Rodríguez, pero también pensaba en la tragedia de millones de Smiths, que siendo ciudadanos de este país se encuentran viviendo un infierno en el campo de la salud igual que en el campo de la educación. En éste, se ha forjado una especie de matrimonio de apariencias o tradicional que lo defienden a capa y espada con ferviente santurronería los combatientes del status quo. Pensaba una y otra vez sobre esta tragedia que amenaza con desgarrar los cimientos morales de esta sociedad, pero en la medida que profundizaba en la lectura y en el corazón de la periodista sentía que se estaba escribiendo para las presentes y futuras generaciones un verdadero poema, un grito, una fe y una esperanza, que garantiza que las fibras morales de la sociedad vibren con mayor intensidad, pasión y determinación. En el momento mismo de la tragedia y con voces como la de ella y con leyes como la reforma de la salud, llegaba a la conclusión que mientras más sentíamos el dolor, mientras más nos laceraba el alma, mientras más profundo y ardiente fuera el calor, nos encontrábamos más lejos del pesimismo. He aquí la paradoja: La tragedia nos aleja del pesimismo. De repente una llamada telefónica interrumpió mi lectura y mis pensamientos y era alguien relacionado con mi trabajo que quería comentar entre burlas y carcajadas que el fin del mundo no había llegado y que no quedaba de otra que seguir luchando con nuestros demonios. Después de un rato de compartir nuestras ideas llegamos a la conclusión que el fin dio comienzo en el momento mismo de su nacimiento y que necesitamos un poco de quijotismo político y religioso para esforzarnos por vivir en un mundo más noble, más humano y donde podamos comprender que todos los extremos son dañinos...

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